El esqueleto es un órgano metabólicamente activo que sufre una remodelación continua a lo largo de la vida. El remodelado óseo implica la eliminación del hueso mineralizado por los osteoclastos seguido por la formación de la matriz ósea a través de los osteoblastos que posteriormente se mineralizan. El ciclo de remodelación consta de tres fases consecutivas: reabsorción, durante la cual los osteoclastos digieren hueso viejo; reversión, cuando aparecen células mononucleares en la superficie ósea; y formación, cuando los osteoblastos depositan hueso nuevo hasta que el hueso reabsorbido es completamente reemplazado., La remodelación ósea sirve para ajustar la arquitectura ósea para satisfacer las necesidades mecánicas cambiantes y ayuda a reparar microdaños en la matriz ósea evitando la acumulación de hueso viejo. También juega un papel importante en el mantenimiento de la homeostasis del calcio plasmático. La regulación del remodelado óseo es tanto sistémica como local. Los principales reguladores sistémicos incluyen la hormona paratiroidea (PTH), El calcitriol y otras hormonas como la hormona del crecimiento, los glucocorticoides, las hormonas tiroideas y las hormonas sexuales., También están involucrados factores como los factores de crecimiento similares a la insulina (IGF), prostaglandinas, factor de crecimiento tumoral beta (TGF-beta), proteínas morfogenéticas óseas (BMP) y citocinas. En lo que respecta a la regulación local del remodelado óseo, se ha identificado recientemente un gran número de citocinas y factores de crecimiento que afectan las funciones de las células óseas., Además, a través del sistema RANK/receptor activador del ligando NF-kappa B (RANKL)/osteoprotegerina (OPG), los procesos de resorción y formación ósea están estrechamente acoplados permitiendo que una onda de formación ósea siga cada ciclo de resorción ósea, manteniendo así la integridad esquelética.